martes, 1 de enero de 2013

ODIOS DIVISIONES Y SECTARISMOS EN EL FRENTE POPULAR: CUATRO TESTIMONIOS

1º. Uno de los testimonios escritos que mejor retratan la fractura de España  en el Frente Popular es el de Amaro del Rosal Díaz. Amaro del Rosal fue el gran controlador de la Federación Nacional de Banca de la UGT. Prestó grandes servicios a su partido el PSOE, especialmente en el campo de la financiación; por ejemplo, aportando sumas millonarias de dinero procedente de fondos desconocidos para la adquisición de armamento en 1934; o financiando el semanario y después diario Claridad desde su fundación en 1935 al servicio de los bolcheviques del PSOE, para al final terminar en manos  de sus amigos los comunistas; u organizando en Madrid y Cartagena el traslado del oro del Banco de España hacia la Unión Soviética; etc.,. Era un socialista de carné pero comunista de corazón, oficialmente se afilió al PCE en 1948. He aquí el relato de este asturiano:
“En Asturias gobierna un Consejo soberano; en Aragón, un Consejo general, bajo el control anarquista de Joaquín Ascaso; en Levante funciona un Comité ejecutivo, también bajo control anarquista; en Cataluña, desbordado el gobierno autonómico, deja hacer a la F.A.I. y a la C.N.T. El cantonalismo de la primera República trata de resucitar por todas partes.
En Cataluña y Aragón, la C.N.T. y el anarquismo, como venimos subrayando, ejercían su total hegemonía; en Levante, en una proporción considerable. El gobierno de la Generalidad era prisionero de la F.A.I., y al mismo tiempo, mantenía una posición conflictiva con el gobierno central. En Aragón, el anarquista Joaquín Ascaso había montado “su propio gobierno” bajo el título de Consejo de Aragón. En el País Vasco, los nacionalistas situaron en un  primer plano –en aquella situación- el problema del Estatuto Vasco, con la amenaza de no luchar si no lo obtenían. Actitud de chantaje y coacción impropia de las circunstancias. Los nacionalistas vascos tuvieron una forma muy especial de interpretar las realidades de aquellos momentos, como lo siguen teniendo en el día de hoy, cuarenta años más tarde. Caballero debió precipitar todos los procedimientos para que la sesión de Cortes de 1º de octubre se aprobara el Estatuto Vasco. No obstante esa concesión, los problemas posteriores no se solucionaron fácilmente en el nuevo gobierno autónomo de Euskadi que, llevado de un espíritu negativo de independencia, ponía reparos a muchas cuestiones y discutía las designaciones que, dentro de sus facultades, hacía el gobierno central. El gobierno vasco desarrollaba su propia política de guerra y de comercio exterior, al igual que lo hacían el de Cataluña y, en pequeño, el Consejo Soberano de Asturias; por último, también escapaba a todo control de gobierno el Consejo de Aragón. Todos, en los hechos, se consideraban cantones independientes, negándose a comprender y aceptar las realidades dramáticas que vivía España, encerrándose en egoísmos particulares en perjuicio de los intereses generales de todo el pueblo español.
El comercio exterior se vio fraccionado por la acción que desarrollaban comisiones, comités de exportación y compras de Cataluña, de Euskadi, del Consejo Soberano de Asturias y León, del de Aragón y aun de otros organismos del litoral levantino en los que la C.N.T-F.A.I. ejercía su control. Todos ellos mantenían delegaciones o representaciones comerciales en París, Marsella, Bruselas y otros lugares del extranjero. Toda una política cantonalista y de desintegración económica precisamente cuando más vital e indispensable era la unificación, la coordinación y la integración económica de toda la España republicana. El gobierno central no era bueno más que para pedirle divisas, para exigirle ayuda, pero no para ofrecérsela”: Amaro del Rosal. Historia de la U.G.T de España 1901-1939. Barcelona, 1977, vol. II, pp. 499, 529 y 530.

2º. A primeros de marzo de 1937 el  secretario general de la Internacional Comunista, Georgi Dimitrov, recibe un informe de uno de sus confidentes políticos en el Frente Popular, y el día 23 de ese mes remite el informe alto secreto al comisario soviético para la Defensa, el mariscal Kliment Voroshilov:
“En la retaguardia existe un gobierno oficial permanente o, con mayor veracidad, tres gobiernos oficiales: Valencia, Cataluña y el País Vasco. En torno a esos tres gobiernos hay otros, más grandes o más chicos, más o menos autónomos, que demuestran su poder. Todo eso se debe a la debilidad gubernamental (…)”: Ronald Radosh, Mary R. Habeck y Grigory Sevostianov. España traicionada. Stalin y la guerra civil. Barcelona, 2002, p. 208.

3º. Constant Brusiloff traductor ruso y testigo en el Frente Norte,  y que  además era simpatizante del Partido Nacionalista Vasco escribe en 1938:
“Es preciso reconocer que los vascos adolecieron siempre de un individualismo regional, que perjudicó enormemente al desarrollo de la vida militar, industrial y política del Norte. Su manía de independencia hacía imposible el Mando único en el Ejército y, en general, cualquier trabajo armónico. Su concepto de superioridad racial irritaba a santanderinos  y asturianos.
La burocracia vasca fue algo espantosamente extenso que diríase que gobernaban un vasto Estado en vez de una pequeñísima República. Había Consejeros, Secretarios y Directores Generales a granel. Y esto, como es natural, se traducía en sueldos y remuneraciones que ascendían a cantidades enormes de pesetas.
Relaciones del Gobierno Vasco con el resto del Norte republicano:
Tampoco fueron muy cordiales las relaciones sostenidas con asturianos y santanderinos, pues a través de toda la guerra en el Norte republicano los vascos se hicieron odiosos a los demás con su orgullo de raza.
Al salir de Bilbao el Gobierno Vasco y después de tener que abandonar el territorio de Euzkadi, trasladó su residencia a Santander. Se le dedicó un acogimiento frío, por no decir hostil.
Con ocasión de ser llamado Aguirre a Valencia, fue al aeródromo a tomar un avión que le había de llevar y allí un policía, de un modo impertinente, le exigió exhibir toda clase de documentos lo mismo que si se tratara de una persona desconocida que pudiera ser peligrosa para el régimen. Esta actitud tan poco delicada motivó la queja del Presidente Vasco junto al Gobierno Central y la amonestación por éste al Gobernador de Santander, Juan Ruiz Olazarán.
Traslado del Gobierno Vasco a Barcelona:
Aguirre, después de tan “calurosa” despedida, no quiso volver al Norte de España y consiguió que la sede de su Gobierno fuera trasladada a Barcelona. A la mayor parte de los empleados se les indemnizó para deshacerse de ellos, con 5.000 pesetas por persona y el sueldo adelantado de tres meses y a algunos que se les consideraba “insustituibles” se les dio facilidades para salir del Norte. El Ministro Irujo, que desempeñaba en el Gobierno Central la cartera de Justicia y pertenecía al Partido Nacionalista Vasco, ayudó de una manera eficaz al traslado de numerosos correligionarios suyos, reclamándoles como jueces, notarios, maestros, etc. Esta política partidista indignó a santanderinos y asturianos, quienes por fuerza se veían obligados a permanecer en las provincias norteñas ya muy amenazadas por el enemigo.
Desde hacía tiempo, esto es, desde que las tropas vascas empezaron a retroceder, los valores de Euzkadi fueron puestos a salvo y trasladados a Francia.
Con este bien poco brillante epílogo termina la Historia de la República Vasca, que fue de duración tan minúscula como mengua de extensión.
Evacuación de Bilbao:
En todos los periódicos se escribía con grandes caracteres: “La ciudad jamás se entregará”; “Bilbao sabrá soportar el sitio”; “Bilbao será un segundo Madrid”, etc. Por ello, el pueblo se asombró cuando pudo apercibirse de que los dirigentes políticos, aún diez días antes de la caída de la ciudad, empezaron a correr… Las masas, entonces, siguieron su ejemplo”: Constant Brusiloff. Los republicanos en el Norte de España. Julio 1936-Octubre 1937. En Mikel Aizpuru. El informe Brusiloff. La Guerra Civil de 1936 en el Frente Norte vista por un traductor ruso. Zarautz, 2009, pp. 167, 181, 187, 188 y 199.
Y Azaña anota en su diario: "19 de julio de 1937. He ido a Valencia y recibo la visita de Aguirre, el Presidente del Gobierno vasco.
Aguirre se queja de que el Gobierno vasco refugiado en Santander, padece vejaciones y desprecios. Me refiere el caso, quizás para incluirlo en la lista de los desprecios. Al tomar el avión para venir a Valencia, la policía ha estado descortés, obligándole a presentar su documentación personal, no obstante haberse dado a conocer...
Aguirre, entre sus quejas contra los santanderinos, me dijo que no le habían rendido honores.
29 de julio de 1937. Anoche a las nueve vino el Presidente del Consejo.
El Presidente está muy irritado por los incidentes a que ha dado ocasión el paso de Aguirre por Barcelona. "Aguirre -dice- no puede resistir que se hable de España. En Barcelona afectan no pronunciar siquiera su nombre. Yo no he sido nunca -agrega- lo que llaman españolista ni patriotero. Pero ante estas cosas me indigno. Y si esas gentes van a descuartizar a España, prefiero a Franco. Con Franco ya nos entenderíamos nosotros, o nuestros hijos, o quien quiere. Pero esos hombres son inaguantables. Acabarían por dar la razón a Franco. Y mientras, venga pedir dinero, y más dinero...": Manuel Azaña. Obras completas. México, 1968, vol. IV, pp. 682, 685, 697, 699 y 701.

4º.  El exembajador y exministro republicano liberal y antifranquista Salvador de Madariaga Rojo:
“Desde aquel momento, la Guerra Civil degeneró en un duelo desigual entre un ejército bien en mano de su jefe con un Estado regido por una disciplina militar, frente a una turba de tribus malavenidas, la U.G.T., la C.N.T., la F.A.I., el P.O.U.M., el P.S.U.C., el Partido Comunista, el Partido Socialista partido por gala en dos, la Generalitat, Euskadi y otros que olvido, cada uno tirando por su lado. Esta multitud de multitudes no podía aspirar ni de lejos al nombre de alianza, porque vivía en guerra civil endémica. Y no se crea nadie que estas palabras “guerra civil” vengan aquí como metáfora. Trátase por el contrario de una descripción exacta de la realidad, con sus batallas, planes de campaña, bajas y victorias y derrotas. (…) al punto de que en la lucha solía caer tal o cual cabecilla de una u otra de estas sectas; otras de ellas, como la de los Catalanes o los Vascos aspiraban a separarse de los Castellanos, soñando con el Estado lo más integral posible, en pleno olvido de la creación superior, aquella España todavía no plenamente realizada, de que ya casi ni se hablaba y que yacía desangrada e inerme entre unos y otros”: Salvador de Madariaga. España. Ensayo de Historia Contemporánea. México-Buenos Aires, 1955, pp. 689 y 690.

Más sobre este tema en: El chantaje de la izquierda. Las falsedades de la Guerra Civil española. Madrid, 2004, pp. 46 a 50. Y desde junio de 2010  también en Internet: “elchantajedelaizquierda.blogspot.com/”.

Ángel Manuel González Fernández, 1 de enero de 2013.